Por Elmer Romero- Educador Popular de la Red Nacional de Jornaleros/as NDLON.
La Red Nacional de Jornaleros había convocado en el año 2006 a su membresía para la asamblea anual en la ciudad de Silver Spring, Maryland. A esa reunión llegarían jornaleros, mujeres trabajadoras domésticas, lideres y liderezas comunitarios y activistas de los centros y esquinas a nivel nacional. Para ese encuentro me habían pedido que facilitara un taller de educación popular para dar a conocer un libro que recién habíamos elaborado para la organización CASA de Maryland (Actualmente: We are CASA https://wearecasa.org/). Una de mis participantes en ese encuentro de saberes fue una mujer de mediana estatura, con voz tenue de activista, temple de luchadora participativa y coraje inclaudicable. Ella fue María Jiménez, una tejana de las de nunca olvidar.
A los pocos minutos de iniciar el taller me di cuenta que tenía entre mis interlocutoras no a una estudiante, sino a una maestra de la quien yo debía aprender de sus luchas y de su aplicación educativa liberadora en el terreno práctico; con trabajadores migrantes en el estado tejano. María nos ponía ejemplos de su experiencia organizativa cuando conoció y trabajó durante los tiempos con Cesar Chavez y la United Farm Workers, como miembro de un comité para organizar el boicot en Texas. Aquí ella adquirió su pedigrí orgullosa de chicana al verse inmersa en los movimientos mexicoamericanos contra el racismo y la defensa de las causas de los inmigrantes.
De ese taller surgió quizá una amistad provinciana y para mi un referente de una mujer luchadora a quien debía seguirle sus pasos. A María le interesó mucho nuestro trabajo de educación popular con la comunidad jornalera en CASA de Maryland, nos visitó en nuestro tráiler o “headquaters” de la educación popular para conocer nuestra experiencia y ver lo que ella podía aplicar a su regreso en la ciudad de Houston, Texas. En ese entonces ya teníamos varios currículums y materiales populares en las áreas del aprendizaje del idioma inglés para jornaleros, los principios de la educación popular, materiales para nuestra campaña de licencias de conducir para la comunidad indocumentada y la organización de base en construcción con los dueños de pequeños negocios de los camiones de venta de comida “food trucks”. A ella le interesó mucho ese trabajo ya que en Houston abundaban y no estaban organizados, nos dijo.
Para María la manera de permanecer eternos era enseñando a otros, eso lo repetía en sus intervenciones en las jornadas educativas y en los espacios de reflexión y diálogo donde ella participaba. En las asambleas de jornaleros su voz de mujer se hacía sentir, a ella no le temblaba el pulso para lanzar crítica constructiva y propositiva en defensa de los derechos de las mujeres y en apoyo a la comunidad LGBTIQ. Parte de su legado en Texas no solo fue luchar en pro del boicot y la huelga de las lechugas y las uvas, sino que fue la pionera en organizar la primera conferencia de la comunidad gais en el conservador y xenófobo estado del sur.
En la década de los 70’s y 80’s cuando María Jiménez pateaba los 30 años de edad, la ciudad de Houston fue el refugio del éxodo centroamericano, producto de violencia y las guerras y post conflictos que se libraron en los países de Nicaragua (1978-1990), El Salvador (1980-1992) y Guatemala (1960-1996). La solidaridad anglosajona tejana supo leer y acoger la diversidad y la inter culturalidad de una nueva diáspora centroamericana, volcando su ayuda en pro de los nuevos flujos de migrantes en búsqueda de apoyo comunitario y asesoría migratoria. Esto despertó y abrió una nueva curiosidad en personas como María, quien era una joven universitaria y activista involucrada en una visión de trabajo en pro de causas por la justicia social más afines a las comunidades mejicanas. Su sabor culinario por los tacos y el topo chico (agua mineral mejicana) fue cambiando y combinándolo por sabores nuevos como las pupusas, las baleadas y el refresco de horchata. Y también creció su apetito por conocer mas de las nuevas organizaciones que nacían en la ciudad de Houston y lo que sucedía en la frontera del Rio Bravo, ya que con los nuevos refugiados también habían migrado sus prácticas y sus experiencias de trabajo organizativo y comunitario con metodologías de la vertiente de la educación popular latinoamericana.
En esos albores de las décadas 90’s, María se vinculó a muchas organizaciones en las cuáles dejó los mejores años de su lucha y su corazón: Borders Network for Human Rights, ARCA (Association for Residency and Citizenship of America), American Friends Service Committee, La Coordinadora 96, Houston Unido y CRECEN (Central American Resource Center) entre otras. Fue sin duda su paso por dichas organizaciones como sembró la semilla, la conciencia y la hoy herencia del liderazgo comunitario presente y activo en estos días en la ciudad de Houston. Hoy que ha partido muchas mujeres en roles de liderezas le recuerdan como una heroína, una mujer de temple y acero que les brindó sororidad y la oportunidad de coincidir en anhelos comunes para defender los derechos y la dignidad de comunidad migrante.
El líder salvadoreño Teodoro Aguiluz, fundador de la organización CRECEN en el barrio latino del suroeste de Houston, refiriéndose a Jiménez me dijo: Con María tuve una relación de trabajo muy cercana, ella fue fundadora de nuestra organización, la cual ha servido por casí 40 años a miles de migrantes en sus procesos de ajustes de estatus migratorio y en la defensa de su dignidad humana. Hoy que hemos sabido de su partida me he puesto a buscar y escudriñar fotos, recuerdos, testimonios y datos en mi baúl de memorias, que construí a su lado y de mucha gente que ha dejado sus mejores años en pro del trabajo comunitario. Teodoro recuerda una anécdota cuando se dieron las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los Estados Unidos y Méjico. Ambos activistas se dieron cita a una protesta en oposición a la firma del TLC en la ciudad de Houston, solo llegaron ellos dos y nadie mas, y para darse ánimos se dijeron entre sí que cada uno representaba a 10 mil personas más, es decir 20 mil en total, entre salvadoreños y mejicanos. Ambos se reían de semejante falacia que solo complacía el buen humor de la lucha de calle.
Al referirme a una persona como educadora popular, en el caso de María es porque supo entender y aplicar tres aspectos importantes y necesarios cuando realizamos experiencias y procesos de educación participativa: la construcción del poder, la organización de base y la integración de la cultura de la gente. En ella se dieron claramente estos tres elementos: empoderó a mucha gente jóvenes y mujeres, desarrolló procesos y luchas organizativas en campañas específicas y supo entender e integrar los saberes y las tradiciones de la cultura de la gente.
En el año 2007 me moví para vivir y trabajar en la ciudad de Houston y el condado de Harris. Al llegar a la ciudad María me recibió con alegría y rápidamente me ofreció ventanas y espacios donde poder integrarme al trabajo comunitario. Le ayudé en facilitar talleres educativos con los grupos que ella trabajaba en el desarrollo de liderazgos y herramientas para el trabajo de abogacía y cabildeo a nivel estatal. Nuevamente en esas jornadas la educadora popular María me enseñaba como trabajar y entender el trabajo comunitario y el activismo en el estado tejano. Con una sonrisa recuerdo que me dicía: Welcome to Texas compañero! Y seguidamente me regalaba un Texas Wisdom: “ If you find yourself in a hole, the first thing to do is stop digging.”
En este devenir de la vida y del trabajo comunitario me enteré que María estaba enferma y que curarla era algo irreversible. Un día nos encontramos nuevamente en el Rothko Chapel (www.rothkochapel.org) para la ceremonia de entrega del premio Oscar Romero, galardón otorgado en el año 2013 a Blanca Velázquez del Centro de Apoyo en Méjico (CAM), por su lucha y defensa de los derechos laborales de la mujeres de la confección en maquilas y en las compañías de autopartes en el estado de Puebla. A esa ceremonia se hicieron presentes muchas personalidades entre ellas la legendaria Dolores Huerta activista de los derechos civiles, Francisco “Pancho” Argüelles (discípulo y amigo de María), Frances “Sissy” T Farenthold y María Jiménez. Ella llegó vistiendo una cotona de color púrpura con bordado fino blanco y elegante. Con su pelo ya entrecano, una desbordante alegría y esperanza entre ceja y ceja por estar en ese lugar sacro, cuna y conclave de la solidaridad y el reconocimiento al trabajo organizativo de base; uno de los pilares fundamentales de la educación popular. De ese día y encuentro le tomé una fotografía que hoy conservo como uno de mis más preciados recuerdos y de archivo para la memoria visual colectiva del pueblo.
La última vez que la vi y quizá nos despedimos fue en el edifico de la UT Health Science Center at Houston. Nos encontramos en el elevador del edificio, casi no le reconocí por los cambios y estragos que dejaba el cáncer en su fisonomía, pero ella si me reconoció y nos dimos un gran abrazo de reencuentro. Ambos nos dirigíamos para el mismo lugar, a una reunión del Comité Asesor Comunitario (CAC) para discutir y dar seguimiento a un proyecto denominado Vales+Tú, un estudio e intervenciones acerca de la prevención de accidentes en la comunidad latina jornalera en 15 de las esquinas de las 37 que existen en Houston. María, mi educadora popular me dejaba una vez más una lección para la vida: el educador popular nunca claudica y es persistente hasta el final de sus días. Así se van al cielo las educadoras populares con sus herramientas de la colectividad y las amistades construidas en toda la vida.
Quiero darte las GRACIAS inmensas María en mi nombre propio y haciendo eco también de nuestra comunidad y del personal de la oficina a quien formaste y serviste. Las calles de Houston llevarán para siempre tu grito enardecido, tu sudor goteando como símbolo de paz, tu coraje y tu testimonio firme y tu esperanza alegre para continuar en la lucha por un país mejor y porque algún día nuestra comunidad migrante logre vivir esperanzada. Que tus cenizas esparcidas en el Rio Bravo en la frontera entre Texas y Méjico, sean para siempre ese nutriente que veremos florecer cada primavera en las flores “bluebonnet” en los campos tejanos, para recordarnos que sigues viva y luchando junto a nosotros.
Que nuestras lagrimas y tristeza se conviertan en lucha organizada.
Apunte biográfico: María Jiménez nació el 2 de agosto de 1950 en Coahuila, México. La mayor de cinco hermanos, llegó a Houston con su madre cuando tenía 7 años, después de que su padre ya estaba en los Estados Unidos trabajando como maquinista. Murió a la edad de 70 años como consecuencia del cáncer.
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